Que la realidad supera a la ficción es un tópico absolutamente incontrovertible y, de hecho, a la hora de escribir una novela o el guión de una película o serie, hay elementos de la vida real que jamás encajan. Porque resultan disparatados, rarísimos, demenciales. Y ahí está El Palmar de Troya, sobre la secta integrista que surgió en 1968 en la estepa sevillana y tendió hacia lo bufo, lo tragicómico y lo aterrador, según el momento y quien haga el relato.