Fue un éxito inesperado y resumió en un personaje una suerte de idiosincrasia repulsiva en la que contemplábamos una España eterna repleta de caspa, machismo y franquismo incrustado. La crítica, en aquella primera entrega, rió las gracias de ese bad lieutenant a la española y jaleó a Santiago Segura como director con estilo propio y cómico de intensa raigambre celtibérica.
El entusiasmo fue decayendo a medida que Torrente se convirtió en un chiste repetido y una franquicia casi exclusivamente dirigida a fichar famosos de la tele con ganas de salir en una peli.
Pero, veinte años después; ¿nos sigue haciendo gracia Torrente, el brazo tonto de la ley?
A Neus Asensi no. Ha asegurado que se arrepiente de haber rodado con Santiago Segura y que aquel papel la encasilló para siempre.
Lo cierto es que en las películas de Torrente los personajes femeninos son demasiado parecidos a los que las mujeres padecían en tiempos del destape: prostitutas, buenorras enseñando cacha, niñas tontas o demasiado listas... Caricaturas aunque, es verdad, todo es caricatura en Torrente. ¿Sirve eso como justificación?
Lo que da la vuelta
Se supone que disfrutábamos con los chistes xenófobos, machistas y crueles de Torrente porque "daban la vuelta". Porque nos repugnaba el personaje y todas esas bromas zafias servían para retratarlo. El problema es que (seamos sinceros) Torrente se convirtió para el gran público en un personaje simpático, no aborrecible, y quienes reían cuando rompía un dedo a un inmigrante magrebí u obligaba a una mujer a hacerle una felación no está claro que rieran al borde del espanto sino en un estado de pura brutalidad.
Por eso, veinte años después, ver Torrente, el brazo tonto de la ley puede que nos congele la sonrisa. Allá por 1998 quizá no teníamos una sensibilidad tan acentuada para ciertas cosas.
O sí.
A mí me desagradaron cierta bromas ya cuando vi aquel primer Torrente y consideré una oportunidad desaprovechada algún momento de la cinta en que Santiago Segura, como director y actor, está a punto de darle una cierta complejidad a su personaje (esa escena en la que el poli malo y gordo sigue bebiendo en una barra mugrienta para no enfrentarse a su abisal soledad).
Siempre se celebró que Santiago Segura recuperara para el cine al inmenso Tony Leblanc y hay que aplaudir tal cosa. Y Santiago Segura es un cómico excepcional. Como intérprete funciona a la perfección echando mano de su enorme carisma. Nada de ello se pone en duda.
Pero Torrente se ha hecho muy viejo en estos veinte años.
Y en sus sucesivas reencarnaciones ha ido a menos.
Al final, se trata de lo que Darío Fo explicaba siempre. O Chaplin. El humor reaccionario es reirte del cojo, del homosexual, de la mujer, del débil, del diferente. El humor liberador es el que pone en cuestión el sistema burlándose del poderoso. ¿Dónde se ubicaba Torrente? En el fondo, ¿no apelaba a ese bajo instinto que todos (secretamente) compartimos que es regocijarnos en la miseria ajena?
No es cierto lo que dice el tango. Veinte años es mucho más que nada. Afortunadamente.
DANIEL SERRANO
ADEMÁS: La serie machista de los 90 no fue Friends sino...
Fotos: Gtres